domingo, abril 08, 2007

Ana y Rosa


Eran las 4: 15. El cielo estaba nublado.Tomó del colgador su morral, un abrigo de lana merino y un paraguas de colores chillones. No se sentía bien, sin embargo, el compromiso de visitar a Ana cada sábado era inviolable . Juntó todo lo que tenía ; un billete rojo , dos verdes y cuatro monedas de cien pesos y sin pensarlo dos veces lo echó todo en su bolso y partió raudamente .Pasó a una florería, después a una pastelería y finalmente, con lo sobrante compró un chal gris y un pequeño cofre . Llegó donde Ana, que día a día parecía más desmejorada, pero con la mente intacta. Se sentó, como siempre,en un sofá que había pertenecido a la madre de ambas, y que, en aquel cautiverio , parecía sacado de un castillo. Era lo único que le pertenecía realmente.
Ana fue acusada de haber sido cómplice en un homicidio. Su pecado fue encubrir a un hombre que la utilizó hasta el último minuto. Fue acusada y ella, para mantenerse al lado del que fuera su pareja y real homicida , distorsionó lo acontecido y fue hallada culpable. El- una vez declarado culpable decidió terminar toda clase de vínculos con ella. Ella, no podía creer que todo el sacrificio no había servido de nada. Quedó destrozada. Encerrada , sola y traumada.

No había nada que hacer. Ya la sentencia se encontraba firme y ejecutoriada. Sólo quedaba Rosa, su hermana. No había más familia. Ni siquiera parientes lejanos.

Rosa renunció a todo tipo de privilegios para acompañar a Ana en esta mala jugada del destino. Los pequeños lujos que se daba eran compartidos. Un pastel, una barra de chocolate, un tarro de café. Todo partido en dos. Todo para Ana y Rosa.
Ese día era especial, Ana cumplía años y Rosa se preocupaba de cada fecha importante. Ana la esperaba, como quien va a misa un día y hora determinado. Sin derecho a ser cambiado. Arreglaban el mundo, conversaban de lo divino y de lo humano. Rosa comentaba todo lo que había hecho durante la semana . Ana escuchaba con su semblante triste. No tenía mucho que contar.Había perdido una década por defender a alguien que nunca la quiso.
Comieron pastel. Rosa le entregó el pequeño cofre y Ana se emocionó. Puso el cofre en una pequeña mesa y , sin volver a mirar a Rosa a la cara, le dijo, con voz muy firme " Ahora quiero que no vuelvas a verme , sino dentro de 6 años. Ahora te toca ser feliz ". Debes concederme este deseo. Quiero que seas libre . Rosa enmudeció. Dejó su pastel a medio consumir. Tomó su abrigo , su paraguas, y partió sin entender porque no había sido capaz de contradecir los deseos de Ana.
Cuadro: " Dos Mujeres", Sandra Flores- técnica : carboncillo/cartulina
Cultura cubana.