lunes, julio 17, 2006

O - Dios.


Recurro a tí, alejada de la suficiencia , sólo con el deseo ferviente de recomenzar.
Necesito sentir que la vulnerabilidad no es menoscabo ,sino un estado necesario.

Dame la respuesta a aquel cuestionario impreso en mi espalda.
Dime:
¡Qué haré Dios, o como te llames!.
¡ Qué haré!.

Si no aparece nadie que alimente mis membranas que se carcomen a mil pedazos.
Si alguna vez tendré la pretensión de sentirme parte de un todo.

Me derrito con pasividad, huyo de la sumisión y del cariño.
No me interesa nada, ni siquiera racionalizo aquel disfraz que a ratos me transforma en ventrílocuo del mal.

¿Deleitable , prohibitivo ?
¿El Universo conspirará siempre a favor del enemigo?.
Invoco con sigilo a quien quiera escucharme.
Utilizo a los fantasmas aparentando una fortaleza que no es más que una carátula.

Es ahí donde quisiera verte, ¡Oh Dios!, quisiera enmarcarte, sentirte entre mis brazos y que me acunes como un mortal más que ha perdido su barca.

Volverme polvo, suave brisa o marejada.
Arrodillarme frente a tí, en señal de arrepentimiento.

Será que tal vez mi corazón se está convirtiendo en yeso vencido, y nunca será dueño absoluto de su propio camino.