El paisaje era maravilloso. Un suave aroma a lavandas transformaba lo obseno en un calmado momento donde las causas se confunden con los efectos.
Su vida había sido como una baraja de naipes, escarpada, intensa, estúpida y a ratos vertiginosa.Desde siempre llamó mi atención, es por ese motivo que conocía todos sus escondites, secretos y excentricidades.Supe de su muerte meses antes de su partida, a través de una carta que leí incontables veces sin que él lo sospechara siquiera ( pues la ocultaba en una caja de zapatos bajo su cama) donde cuenta los detalles de su premeditada " expiración".
Nadie habría imaginado que un hombre como él no estuviese conforme con su existencia. Inteligente, bien parecido y mundano, aunque solitario y estrafalario. Siempre con un dejo de tristeza. Escuchaba música con letras descarnadas a todo volumen .A veces se disfrazaba de centroamericano y bailaba con sus esculturales garotas, que eran dos enormes estatuas de ébano que adornaban el patio de juegos.
Tenia una bitácora donde guardaba desde hojas de té hasta boletos de tren.Coleccionaba tazones con logos extraños , fotografías de desconocidos, velas a medio consumir. Le gustaba cazar mariposas y deambular de madrugada comiendo frutos secos.
Siempre se sintió un héroe, un personaje épico que nunca encontró a la princesa de sus sueños. Lucho incesantemente contra la vorágine caprichosa de sus deseos frustrados. Fue un agradecido de la vida . Era feliz con poco, sin embargo, el deseo ferviente de encontrar el amor terminó por aniquilarlo.
Deseaba desaparecer sin dejar rastro ni heridos en pleno combate. Se enfrentaba consigo mismo y dormía con la puerta entreabierta esperando alguna señal del más allá.
Quiso hacer partícipe de su último respiro al único lugar que lo vio sonreír, el mar .No quiso ayudas externas, tampoco escuchó razones que la propia vida le daba por las cuales podría seguir viviendo. Jamás mencionó la palabra muerte. Es más, su bandera de lucha siempre fue la macroconceptualización de lo espiritual y místico. Creía ver cuerpos celestiales, y narraba con mucha gracia historias que, según él, sucedieron mientras vivió en el extranjero.
Se había cumplido el plazo. Esa mañana se levantó tempranísimo y ordenó su escritorio prolíjamente.Tomó café con frutas frescas. Luego se vistió de rojo. Una camisa y un par de zapatos que había traído desde el viejo continente y que recorrieron calles que nunca olvidó. Su cuerpo estaba cubierto de fotografías. Una especial, en el centro de su corazón, pegada como un escudo a fuego.
Su imagen se asemejaba a un espantapájaros lleno de charratelas. Unas piernas largas- protagonistas del último de sus pasos-y un reloj le daba un brillo especial a todo ese cuadro que , a pesar de ser horrendo, reflejaba una paz infinita.
Todo sucedió en pocos segundos.
Se oscureció el cielo .
La noche se ha vestido de marejadas.
Se fue. Tal vez nunca quiso estar y volvió a casa.
3 comentarios:
que bello personaje...
eLe.
Inés: tal vez alguna vez te cuente cómo llegué a tu blog. Lo cierto es que seguí viniendo y lo que has escrito últimamente me ha gustado mucho. Este cuento es muy bello.
Te felicito
¿Sabran los que te leen que eres preciosa ?
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